miércoles, 8 de marzo de 2017

Madres rurales. Una vida sacrificada.
Partiendo de la base de que en aquellos años, aún no había agua corriente en las casas, ya que este hito, no fue posible hasta el año 1.964, y sabiendo como sabemos todo el mundo, lo que significa hoy el agua en las viviendas, nos podremos hacer una pequeña idea de lo importante que ésta carencia significaba para las mujeres rurales de entonces. Bien. Hasta cerca del año 1.950, el agua que se utilizaba  en casa, se traía de una fuente situada a unos quinientos metros del casco urbano del pueblo. “La fuente del canto”. Esta fuente, aún sigue en activo, y tiene un agua de excelente calidad. Posteriormente, se hizo un pozo excavado en el suelo al lado de las eras. Sobre el brocal del mismo y con fábrica de ladrillo y cemento se hizo una pequeña caseta en forma de arco. En la parte anterior tenía un hueco con una poyata, y una polea sujeta del techo con una cuerda y un cubo para sacar el agua. En la pared lateral derecha, disponía de un caño que servía de rebosadero y desaguaba en una pileta de fábrica de ladrillo y cemento, y ésta a su vez, en un pequeño arroyo que discurre al lado.
Ya dentro del pueblo, existían varios pozos de los excavados en el suelo, de +-, 1 m. de diámetro, variando bastante la profundidad de unos a otros, y que yo recuerde, solo se utilizaban para lavar la ropa, dar de beber a los animales, hacer adobes, etc. pero no se utilizaban para el consumo de las personas. Siendo la mayor parte de propiedad particular.
Posteriormente, se hace un pozo artesiano dentro del casco urbano, en un pequeño plantío de olmos, que aún existe al lado de las eras del pueblo, y éste agua, ya sí, se utiliza para todo tipo de servicios del pueblo. Seguidamente, se hace un abrevadero o pilón de ladrillo y cemento, para la ganadería. El pueblo está situado en alto, y tiene una excelente caída hacia el río Valdecuriada. A pesar de ello, y como no había ni una sola calle urbanizada adecuadamente, cuando llegaban las lluvias, o las nieves, varias de ellas, se enfangaban de agua y  barro por bastante tiempo.
A raíz del agua corriente en el pueblo, se hacen unos lavaderos para el lavado de ropa. Hasta  entonces, habían de hacerlo en el río Valdecuriada o en los pozos excavados del pueblo. En invierno y en verano. En verano, el Valdecuriada, solía medio secarse y al dejar de correr el agua, tenían que ir a lavar la ropa al río Ucieza; a unos 1.500 m. del pueblo. También se iba a lavar la ropa, a un pozo artesiano de 6/8 caños y que tiraba mucha agua, situado a unos 1.500 m. en el campo de Bahillo; aquí se solía llevar comida. Mis hermanas, así lo hacían a veces.
Tengo un recuerdo grabado en mi memoria, que siempre me acompañará; tendría de seis a ocho años de edad. Era invierno; había nieve en las calles, chupiteles en los aleros de los tejados del pueblo, las orillas del  río Valdecuriada, con nieve y escarcha, y el agua del río, helado. Pues bien. Me estoy viendo bajar con mi madre, por la calle mayor hacia el río, llevando entre ambos, un gran balde lleno de ropa sucia,  y ella, en su mano derecha libre, el tajo de lavar de madera, y una alfombra para arrodillarse.
La acompaño a lavar la ropa de la familia al río Valdecuriada. Llegamos al río, lo cruzamos, se abrió un hueco entre los juncos llenos de nieve y escarcha, rompió el hielo del río con el tajo de lavar, se arrodillo sobre la alfombra extendida, se puso por los hombros un chal de lana negro, y manos a la obra.
Los guantes de goma? Aún no se conocían en el pueblo en aquellos tiempos. Los únicos guantes existentes, eran los que ellas mismas tejían con hilo de lana por la noche, para toda la familia, para evitar el entonces, frío, largo y duro invierno.
¿A cuantos grados estaba lavando mi madre? Al repasar aquellos recuerdos, aún me dan escalofríos. Estas mujeres, eran increíbles. Fuertes, duras, pero a la vez, flexibles como un mimbre, y sacrificadas como ellas solas. Todo por su familia.
Lo mismo que cuando estaban embarazadas. Seguían realizando sus labores diarias, tanto de casa, como en el campo, hasta que les llegaba el momento de dar a luz a un nuevo hijo, por regla general en casa, ayudadas por la matrona del pueblo y si llegaba a tiempo, el médico de cabecera que vivía a 2,5 kilómetros.    Y cuantos hijos daban a luz cada una de ellas? Y cuantas no lograban sobrevivir a algún parto? Indicar  también, que al medico de cabecera le pagaban las familias una cuota por su cuenta para atender a los enfermos. Aparte de esto, la mayoría tenía (y pagaba) una póliza médica llamada Martierra, para los médicos especialistas. Esto ya, en Palencia Capital.
Madre mía. Qué bárbaras. Nunca se rendían, y encima, con una gran parte de sus derechos restringidos, y a veces anulados? Se me ocurren muchas,…… muchas más cosas que contar de estas mujeres. Con solo recordar lo que mi madre hacía, se podrían llenar páginas y páginas. Pero me temo no saber explicar adecuadamente el papel que desempeñaban, ni el reconocimiento a que son merecedoras.
Pero lo que sí quiero, es dar a todas ellas, las gracias por su amor y su sacrificio desinteresado y duro, que supieron ofrecer en beneficio de todos nosotros. Sus hijos. Gracias. Muchas gracias. 

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