Madres rurales.
Una vida sacrificada.
Partiendo
de la base de que en aquellos años, aún no había agua corriente en las casas,
ya que este hito, no fue posible hasta el año 1.964, y sabiendo como sabemos
todo el mundo, lo que significa hoy el agua en las viviendas, nos podremos
hacer una pequeña idea de lo importante que ésta carencia significaba para las
mujeres rurales de entonces. Bien. Hasta cerca del año 1.950, el agua que se
utilizaba en casa, se traía de una
fuente situada a unos quinientos metros del casco urbano del pueblo. “La fuente del canto”. Esta fuente, aún sigue en activo, y tiene un agua de
excelente calidad. Posteriormente, se hizo un pozo excavado en el suelo al lado
de las eras. Sobre el brocal del mismo y con fábrica de ladrillo y cemento se
hizo una pequeña caseta en forma de arco. En la parte anterior tenía un hueco
con una poyata, y una polea sujeta del techo con una cuerda y un cubo para
sacar el agua. En la pared lateral derecha, disponía de un caño que servía de
rebosadero y desaguaba en una pileta de fábrica de ladrillo y cemento, y ésta a
su vez, en un pequeño arroyo que discurre al lado.
Ya
dentro del pueblo, existían varios pozos de los excavados en el suelo, de +-, 1
m. de diámetro, variando bastante la profundidad de unos a otros, y que yo
recuerde, solo se utilizaban para lavar la ropa, dar de beber a los animales,
hacer adobes, etc. pero no se utilizaban para el consumo de las personas.
Siendo la mayor parte de propiedad particular.
Posteriormente,
se hace un pozo artesiano dentro del casco urbano, en un pequeño plantío de
olmos, que aún existe al lado de las eras del pueblo, y éste agua, ya sí, se
utiliza para todo tipo de servicios del pueblo. Seguidamente, se hace un
abrevadero o pilón de ladrillo y cemento, para la ganadería. El pueblo está
situado en alto, y tiene una excelente caída hacia el río Valdecuriada. A pesar
de ello, y como no había ni una sola calle urbanizada adecuadamente, cuando
llegaban las lluvias, o las nieves, varias de ellas, se enfangaban de agua
y barro por bastante tiempo.
A
raíz del agua corriente en el pueblo, se hacen unos lavaderos para el lavado de
ropa. Hasta entonces, habían de hacerlo
en el río Valdecuriada o en los pozos excavados del pueblo. En invierno y en
verano. En verano, el Valdecuriada, solía medio secarse y al dejar de correr el
agua, tenían que ir a lavar la ropa al río Ucieza; a unos 1.500 m. del pueblo.
También se iba a lavar la ropa, a un pozo artesiano de 6/8 caños y que tiraba
mucha agua, situado a unos 1.500 m. en el campo de Bahillo; aquí se solía
llevar comida. Mis hermanas, así lo hacían a veces.
Tengo
un recuerdo grabado en mi memoria, que siempre me acompañará; tendría de seis a
ocho años de edad. Era invierno; había nieve en las calles, chupiteles en los
aleros de los tejados del pueblo, las orillas del río Valdecuriada, con nieve y escarcha, y el
agua del río, helado. Pues bien. Me estoy viendo bajar con mi madre, por la
calle mayor hacia el río, llevando entre ambos, un gran balde lleno de ropa
sucia, y ella, en su mano derecha libre,
el tajo de lavar de madera, y una alfombra para arrodillarse.
La
acompaño a lavar la ropa de la familia al río Valdecuriada. Llegamos al río, lo
cruzamos, se abrió un hueco entre los juncos llenos de nieve y escarcha, rompió
el hielo del río con el tajo de lavar, se arrodillo sobre la alfombra
extendida, se puso por los hombros un chal de lana negro, y manos a la obra.
Los
guantes de goma? Aún no se conocían en el pueblo en aquellos tiempos. Los
únicos guantes existentes, eran los que ellas mismas tejían con hilo de lana
por la noche, para toda la familia, para evitar el entonces, frío, largo y duro
invierno.
¿A cuantos
grados estaba lavando mi madre? Al repasar aquellos recuerdos, aún me dan
escalofríos. Estas mujeres, eran increíbles. Fuertes, duras, pero a la vez,
flexibles como un mimbre, y sacrificadas como ellas solas. Todo por su familia.
Lo mismo que
cuando estaban embarazadas. Seguían realizando sus labores diarias, tanto de
casa, como en el campo, hasta que les llegaba el momento de dar a luz a un
nuevo hijo, por regla general en casa, ayudadas por la matrona del pueblo y si
llegaba a tiempo, el médico de cabecera que vivía a 2,5 kilómetros. Y cuantos hijos daban a luz cada una de
ellas? Y cuantas no lograban sobrevivir a algún parto? Indicar también, que al medico de cabecera le pagaban
las familias una cuota por su cuenta para atender a los enfermos. Aparte de
esto, la mayoría tenía (y pagaba) una póliza médica llamada Martierra, para los
médicos especialistas. Esto ya, en Palencia Capital.
Madre mía.
Qué bárbaras. Nunca se rendían, y encima, con una gran parte de sus derechos
restringidos, y a veces anulados? Se me ocurren muchas,…… muchas más cosas que
contar de estas mujeres. Con solo recordar lo que mi madre hacía, se podrían
llenar páginas y páginas. Pero me temo no saber explicar adecuadamente el papel
que desempeñaban, ni el reconocimiento a que son merecedoras.
Pero lo que
sí quiero, es dar a todas ellas, las gracias por su amor y su sacrificio
desinteresado y duro, que supieron ofrecer en beneficio de todos nosotros. Sus
hijos. Gracias. Muchas gracias.
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