miércoles, 8 de marzo de 2017


 

*  24/05.  GOZÓN DE UCIEZA (Palencia). Recuerdos y añoranzas.

 

Las Jóvenes  Rurales.                                                                                      Una juventud muy dura.

Sobre los años 1950, había un buen número de chicas, o mozas jóvenes, entre los 15 y 30 años de edad, en los pueblos de la zona. Y nuestro pueblo, no era una excepción. Según mis recuerdos de hoy, y cuando yo tenía entre 8/10 años, habría unas 40/45 mozas.

Ayudaban a la madre en las labores de la casa: lavaban la ropa de toda la familia, fregaban los suelos de la casa de rodillas, ya que aún no existían las fregonas, fregaban todos los platos y demás trastos sucios de la cocina, iban a por el agua que se utilizaba para beber a la fuente, cosían la ropa de los componentes de la casa, tejían jerseys, chalecos, calcetines, guantes de lana, y que yo recuerde, también fabricaban ropa de tela, como calzoncillos, batas, delantales, pañuelos para la cabeza de las mujeres, pañuelos para los mocos de todos, cosían/arreglaban los tomates de los calcetines con una bombilla, y yo que sé cuantas más cosas. Y aparte de ésas nimiedades, la que más y la que menos, se estaba bordando unos manteles, unas sabanas y colchas preciosas, que pasarían a formar parte de su ajuar de boda.

Y eso, era durante el invierno y una parte de la primavera, porque cuando llegaba la primavera y crecía el cereal en las tierras, aparte de seguir haciendo la mayor parte de esas labores, tenían que ir al campo a “escardar”. O sea, limpiar la tierra de las malas hierbas para que creciera limpio y sano todo el cereal sembrado.

Por las mañanas y por las tardes, sin limite de horas. Éste trabajo, que se realizaba con una piqueta de mango corto, era un trabajo fastidiado, ya que tenías que estar agachado la mayor parte del tiempo.” Ya saben, no? los riñones agradecen en gran manera dicha postura. Y sé de lo que hablo, vale, tuve la suerte de acompañar a dos hermanas varias veces.

Si  las tierras estaban cercanas al pueblo, se solía ir andando, y si estaban algo lejos, se solía llevar algún animal, un caballo, una mula o un burro, en función de la disponibilidad de cada casa. Se colocaba encima  del animal, una manta  sujeta con una cincha de cuero, y encima de ésta, unas alforjas para llevar el almuerzo o la merienda, y el botijo para el agua, ya que ésta pieza de barro cocido, si se tiene un poco de cuidado, mantiene el agua fresco durante bastante tiempo. Y que ésta pieza, era imprescindible en el campo. Para el vino, había una pieza del mismo material, denominado “boto”. Y encima de todo ello, las personas.  

Y aparte de todo esto, la mayoría de las mujeres, cuando regresaban de las labores del campo, traían sobre el animal, algún saco lleno de hierbas varias, como mielgas, amapolas, trébol, aballicos, etc. para dar de comer a los conejos, cerdos, u otros animales de la casa. Y a veces, sin animal de carga.

Aquí, debo contar la historia de una mujer del pueblo. Ésta señora embarazada, se fue a trabajar al campo y, estando en ello, sintió los dolores del parto, así que se tuvo que volver a casa a su aire para dar a luz. Y lo logró sin problema alguno. Así eran aquellas mujeres del campo. ¡Duras?! No lo sé, pero eran la leche. No sabría como llamarlas. Me faltan palabras para definirlas.

De la misma manera, traían unas hierbas fuertes llamadas abaleos para hacer escobas, que luego se utilizaban para barrer en la era, en el corral, etc. y otro tipo de hierbas altas y finas llamadas heno, de las que se hacía otro tipo de escoba que se usaba para barrer dentro de casa.

 Y así, hasta que comenzaba el verano, durante el cual, aún había que dar más caña…si cave. Primero, porque había que madrugar bastante más, y segundo, porque las labores aparte de variadas, y más fuertes, había que hacerlas durante los tres meses más calurosos del año: Julio, agosto y septiembre.

                 En mis años jóvenes, los productos que se sembraban en nuestro pueblo, eran, de las leguminosas, el yero, la lenteja, el garbanzo, el guisante, y el tito o muela. De forraje: la alfalfa, y algo de esparceta o pipirigallo. Y los cereales, que eran de lo que  más obradas (una obrada = ½ hectárea) se sembraban, el trigo, la cebada y la avena.

Dado que de la recolección de la cosecha, dependía totalmente la economía de la inmensa mayoría de los hogares, era cuando todos los componentes de la casa tenían que aportar el mayor esfuerzo al bien común, para recoger la cosecha, en el menor tiempo posible.

Bien, pues vamos con el verano. La primera labor que se presentaba, era arrancar a mano, los yeros y  lentejas y en menor cuantía, los garbanzos y las muelas/titos. Este trabajo, se hacía agachado, arrancando con una mano, y poniendo el otro brazo apoyado en la rodilla doblada como soporte. El arranque a mano de las leguminosas, se dejó de hacer sobre el año 1.960, (en contra de la opinión de las personas mayores) y se empezó a segar estas leguminosas con el dalle o guadaña.  Gran avance. Con éste artilugio, unos segaban, y el resto de la familia iban recogiendo, arrastrando y amontonándolo todo. Posteriormente, salió la máquina de segar leguminosas, de la que tiraban dos animales, y ya todo era más rápido y con menos esfuerzo. El porqué las personas mayores querían que se “arrancaran” las leguminosas, tiene una fácil explicación  y esta era la económica. Aparte del grano, que solía tener un buen precio, la paja (que se llamaba de tardío) se vendía estupendamente para el ganado vacuno de las zonas de Asturias y Cantabria. Pero lo que hay que saber, es que la paja de las leguminosas se compone por así decirlo, de dos partes; una que está enterrada en el suelo, llamada “raíz” y la que asoma encima de la tierra. Pues resulta que la parte de la paja llamada “raíz” pesa mucho más que la somera. Y en aquellos días, la economía en el campo, se componía de muchos pocos. No de pocos muchos.     

 A continuación de las leguminosas, venía el cereal. Yo no llegué a segar el cereal con el daye/dalle, pero a mis hermanas (os), unos años mayores que yo, sí que les tocó. Recordar que antes del daye, todo el cereal se segaba a mano con la segadera. Y era en ésa época cuando venían a segar a nuestra tierra, los jóvenes “segadores” de la zona leonesa “del páramo”. Posterior a ésas fechas, se realizaron acequias de cemento para regar aquellas tierras del páramo leonés, que a día de hoy son bastante más ricas que las nuestras.

Yo, tuve la suerte de que cuando comencé a trabajar en el campo, ya existían las máquinas segadoras de cereal tiradas por un par de animales. Las primeras de ellas, llevaban ruedas de hierro y con los rodamientos al descubierto, o sea, al aire; las averías de ellas eran frecuentes. 

Al poco tiempo, llegaron  segadoras de cereal con ruedas de goma y los rodamientos tapados por un cárter cerrado de hierro fundido. (O sea, los rodamientos tapados herméticamente y bañados en valvulina). Éstas máquinas, ya eran la pera. Mejor dicho, “la repera”. Qué comodidad.  Ruedas de goma, y todo. Y encima, al llevar los rodamientos tapados y bañados en valvulina, las averías y el tiempo perdido, era mucho menor. Las primeras máquinas de éste tipo que yo conocí, fueron de la marca Deering (creo era americana). 

Mi padre, que era el herrero del pueblo, trajo varias de segunda mano. Las arregló, pinto y dejó como nuevas y las vendió. Así que me toco parte del verano haciendo de pintor de brocha gorda. Y a mi padre le gustaban las cosas bien hechas. De fabricación nacional, la primera que conocí, fue de la marca Urbón, fabricadas en Medina de Rioseco (Valladolid). Luego conocí  alguna marca más. 

La persona que solía conducir la máquina segadora iba sentada en un asiento que las ruedas de goma hacían bastante cómodo. Dicha persona,  solía ser un varón, casi siempre el jefe de la familia o el hijo mayor. Detrás, el resto de la familia, regularmente mas mujeres que hombres, iban  atropando (del verbo atropar) las gavillas que iba dejando la máquina y hacer las morenas,  y por último, había que recoger con el rastro (arrastrar) los restos de mies que quedaran en la tierra. La persona que conducía la máquina segadora, iba sentada en todo momento, tanto segando, como de una tierra a la otra; y el resto, que hacíamos el trabajo duro, pues detrás dando un paseíto. Que demonios, si es que además el andar es muy sano. O no. ¡¡¡ Y la mayor parte de las  veces, cantando de una tierra a otra ¡¡¡ Qué era eso?

 Como puede verse, cuando había un trabajo duro, allí estaban las  mujeres. Claro que en este caso no solo eran las mujeres. En verano, todo quisqui, era necesario. Hasta los más jóvenes. Pero a ellas en la siega, como en otras labores les tocaba siempre lo mas duro.

El verano, se acababa cuando ya no quedaba grano de ningún tipo en las eras. Últimos de agosto, o primeros de septiembre generalmente, aunque se podía alargar hasta la segunda quincena de septiembre, pero no era lo frecuente. Si el verano se alargaba, era por dos motivos. Primero, porque el año venía muy bueno, o porque había llovido bastante durante el mismo, (o ambas cosas), con lo que se retrasaba la trilla del cereal, y por tanto, el resto de labores posteriores.

Digamos que el verano, es un proceso que comprende las siguientes fases: el arranque o corte de las leguminosas, el segado de los cereales, el acarreo a la era, la trilla, la bielda, y por último, meter el grano en la panera y la paja en el pajar. Dejando todo ello en las tierras, hasta el acarreo (transporte con carro) de todo ello hasta la era. El acarreo, se realizaba con carros de viga para dos animales. Estos carros iban montados sobre ruedas de madera y arco exterior de hierro, e iban armados con unos armazones altos y anchos  de madera y redes trenzadas de cuerda.

Durante el tiempo de acarreo de la cosecha desde las tierras a la era, y en casa de mis padres, se hacían tres viajes diarios y para ello, había que madrugar una barbaridad; entre las 12 y las 12,30h de la noche, arriba España, y a acarrear. O sea que si lograbas dormir 4/5 horas diarias eras un tío afortunado. Y así durante 30/45 días. Después del acarreo, se esparcía la trilla en la era con lo traído. Una vez que la mies estaba bien molida, se procedía a aparvarla. Claro que la trilla duraba regularmente todo el día. 

Luego, venía la bielda. En mi tiempo y al principio, ésta se hacía con una maquina llamada beldadora, que llevaba incorporada una zancada (zanca), que se movía a mano por las personas. Y aquí, también les tocaba de duro a las mujeres. Posteriormente, se la acopló un motor de gasolina, que en casa era de la marca “Campeón”, y la bielda dejó de ser un suplicio.

Después, ya vino la elevadora/ensacadora, y esa máquina, ya era la leche. Jovar. ... beldaba, limpiaba, y. … ensacaba el grano. Todo de seguido. Los sacos de cereal, pesaban entre 75/90 kilos, en función del tipo de cereal. Más, si era trigo, y menos, si de cebada o avena.      

 Para hacernos una idea de lo que se curraba entonces durante el verano y la importancia que se le daba, decir que solo se hacía fiesta, las fechas siguientes: el 18 de julio, fiesta nacional; el 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol y patrón de España, y el 15 de agosto festividad de Nuestra Señora.

Acabado  el verano, todo volvía a la normalidad. Fiesta los domingos y días de guardar.


1 comentario:

  1. Alfredo bien sabes que muchas cosas de estas yo ni las he visto, si me acuerdo de algo es de arrancar las leguminosas para consumo humano es decir lentejas, garbanzos y muelas.
    Lo de ir a la recolección todos eso bien lo recuerdo y desde que podías con el rastro allí como un clavo.
    Y sobre las fiestas que nos cuentas si no recuerdo mal hasta San Pedro (29 de junio) no daba permiso el Cura para trabajar los domingos. De las fiestas que mencionas las religiosas se respetaban por falta de permiso eclesiástico y la del 18 de julio era la autoridad quien no le concedía.

    Saludos.

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