GOZÓN DE UCIEZA (Palencia). Recuerdos y añoranzas
Madres
rurales. Una vida sacrificada.
Para
entender un poco la situación rural de aquellos tiempos, tenemos que partir de
una base fundamental en aquellos años. No
había agua corriente en las casas. Y en función de ello, no existían ni el
fregadero, ni el cuarto de baño. Lo más aproximado al lavabo, eran las antiguas
palanganas metálicas esmaltadas con su palanganero. El mismo, era redondo en su
parte superior con patas metálicas y pintadas de colores. Y encima una
palangana redonda. También había palanganeros de madera, y de estas algunas
llevaban un espejo en la parte delantera superior y su palangana metálica. Algunas
de éstas, he conocido con un lavabo blanco redondo de cerámica.
Como
es fácil de comprender, las cocinas amuebladas con su fregadero como las
que hoy en día conocemos, ni de sueño,
ni mucho menos; los platos, cazuelas, cubertería y demás, se fregaban a mano en
un barreño o bien metálico o de barro cocido y si era invierno con agua
calentada un puchero. Y para colocarlo todo después de dejarlo limpio, algunas
casas tenían algún mueble suelto como un pequeño arca, una alacena de madera o
algo similar. Incluso yo conocí huecos en las paredes a modo de alacena en
alguna casa. Cuando yo era un chiguito,
en la cocina de casa, aparte de la mesa, existían dos bancos de madera sin
respaldo, unas cuantas sillas y una alacena. (Eso sí, todo ello, fabricada en
madera de árbol)
El
agua corriente, no fue posible hasta el año 1.975, (al menos en nuestro
pueblo). Sabiendo como sabemos todos hoy en día, lo que significa el agua
corriente en las viviendas, podremos hacernos una pequeña idea de lo importante
que ésta carencia significaba para las mujeres rurales de entonces. Lavar la
ropa, fregar los suelos de “rodillas” (todos los días), los trastos de la
cocina, platos, vasos, cazuelas, sartenes…
Bien.
Hasta cerca del año 1.950, el agua que se utilizaba en casa, se traía de una fuente situada a
unos quinientos metros del casco urbano del pueblo. “La fuente del canto”. El
nombre de ésta fuente tiene un nombre curioso ya que está hecha totalmente en
“piedra labrada”. La misma sigue existiendo, y antaño, tenía un agua de
excelente calidad. Al parecer, ésta fuente puede tener ascendencia romana.
Posteriormente,
se hizo un pozo excavado en el suelo al lado de las eras. Sobre el brocal del
mismo y con fábrica de ladrillo y cemento se hizo una pequeña caseta en forma
de arco. En la parte anterior de la misma tenía un hueco tipo ventana con una
poyata; sujeta del techo tenía una polea con una cuerda para atar a ella un
cubo y sacar el agua. En la pared lateral derecha, disponía de un caño que
servía de rebosadero y desaguaba en una pileta de fábrica de ladrillo y, y ésta
a su vez, en un pequeño arroyo que discurre al lado.
Dentro
del pueblo, existían varios pozos de los excavados en el suelo, de +-, 1 m. de diámetro, variando
bastante la profundidad de unos a otros, y que yo recuerde, solo se utilizaban
para lavar la ropa, dar de beber a los animales, hacer adobes, etc. pero su
agua, no se utilizaba para el consumo de las personas. Siendo la mayor parte de
estos propiedad particular.
Tiempo
después sobre los años 1.950, y por parte del ayuntamiento, se hace un pozo
artesiano dentro del casco urbano, en un pequeño plantío de olmos, que aún
existe al lado de las eras del pueblo. Y de éste, si que se utiliza su agua
para todo tipo de servicios del pueblo. Dado que éste pozo artesiano da
suficiente caudal, se aprovecha para hacer un abrevadero o pilón de fábrica de
ladrillo para la ganadería.
A
raíz del agua corriente en el pueblo, se hacen unos lavaderos para el lavado de
ropa. Hasta entonces, habían de hacerlo
en el río Valdecuriada o en los pozos excavados del pueblo. En invierno y en
verano. En verano, algunos años, el río Valdecuriada, solía secarse y al dejar
de correr el agua, tenían que ir a lavar la ropa al río Ucieza; a unos 1.500 m. del pueblo.
También se iba a lavar la ropa, a un pozo artesiano de 6/8 caños que tiraba
mucha agua, situado a unos 1.500
m. en el campo de Bahillo; aquí se solía llevar comida.
Mis hermanas, al menos así lo hacían a veces.
Tengo
varios recuerdos grabados en mi memoria sobre mi madre, que siempre me
acompañarán; pondré un par
de ellos. En éste caso, tendría entre seis y ocho años.
1º.- Era invierno, había nieve por
todas partes; en las calles, los tejados, y las tierras del campo todo blancas.
Había chupiteles (carámbanos) en los aleros de los tejados del pueblo; las
orillas de los caminos, cunetas de la carretera y del río Valdecuriada, con nieve y escarcha, y el
agua del río, helado. Pues bien. Acompaño
a mi madre a lavar al río Valdecuriada, la ropa sucia de una familia de 11
personas.
Me estoy viendo bajar con ella, por la
calle mayor del pueblo hacia el río llevando entre ambos, un gran balde metálico,
lleno de ropa sucia, y ella, en su mano derecha libre, el tajo para lavar de
madera, y una alfombra para arrodillarse encima.
Llegamos al río, lo cruzamos por encima
del hielo; buscó un sitio adecuado, se abrió un hueco entre la hierba y los
juncos llenos de nieve y escarcha, rompió el hielo del río con el tajo de
lavar, se arrodilló sobre la alfombra extendida, se puso por los hombros un
chal de lana negro, y manos a la obra. Los guantes de goma? Aún no se conocían
en el pueblo por entonces. Los únicos guantes existentes, eran los que ellas mismas
tejían con hilo de lana por la noche, así como las bufandas para
toda la familia. Con ello, soportábamos algo mejor el entonces frío, largo y
duro invierno. Regularmente, las nevadas empezaban a primeros de noviembre.
Habiendo años que el mismo, duraba 4/5 meses, cayendo varias nevadas. (3,4,5)
¿A cuantos
grados estaba lavando mi madre? Al repasar aquellos recuerdos, aún me dan
escalofríos. ¡¡¡Qué mujeres¡¡¡ Eran increíbles. Fuertes, duras, pero a la vez,
flexibles como un mimbre, y sacrificadas como ellas solas. Todo por su familia.
2º.- Era
verano. Serían la 8/8,30 de la mañana. Todos los hermanos mayores estaban
trabajando hacia ya tiempo en el campo. Mi padre, con su trabajo de herrero. Mi
madre, prepara el almuerzo para todos, y acabado el mismo, nos levanta de la
cama a los tres hijos más pequeños de los nueve que somos: Mi hermana Maribel, tres años más que yo y mi
hermana Sarito, tres años menos que yo, y yo mismo que tendría unos 8/10 años.
Nos lava, nos viste, nos desayuna, nos abriga pues de mañana hace fresco y nos lleva a una
tierra próxima al pueblo, a “arrancar” lentejas. Y para que ninguno de nosotros nos despistemos,
va haciendo corrillos pequeños en función de nuestra edad. Nos los adjudica y
allí verían Uds. cómo arreábamos los tres para no ser el último en acabar
nuestro corro. Menos mal que era una hora u hora y media, que sino... mi madre
terminaba reventada, pues tenía que ir a cien por hora para seguir haciendo
nuestros corrillos antes de que los acabáramos. Claro que nosotros también nos
cansábamos, pero ella lo tenía todo controlado. Al rato de llegar, hacíamos un
alto en el trabajo, nos sentábamos en una lindera de la tierra, nos ponía una
manta en las rodillas, nos daba un poco de chocolate y un trozo de pan, y a dar
cuenta del exquisito desayuno. Y eso señores, era la leche. Había valido la
pena el sacrificio. Hasta el día siguiente. Y es que durante el verano, todas
las manos eran pocas. Había que acabar el verano, y cuanto antes.
3º-. Lo mismo que
cuando estaban embarazadas. Seguían realizando sus labores diarias, tanto de
casa, como del campo, hasta que tenían que dar a luz a un nuevo hijo, por regla
general en casa. Si había suerte y llegaban a tiempo, ayudadas por la matrona
del pueblo y el médico de cabecera. Y cuantos hijos daban a luz cada una de
ellas? Y algunas no lograban sobrevivir a algún parto… Madre mía. Qué bárbaras.
Nunca se rendían, y encima, con una parte de sus derechos de todo tipo restringidos;
y en ocasiones anulados? Decir esto hoy en día puede parecer ilógico. Y es que
hay que vivirlo para conocer, saber y sentir lo que ocurría antaño. Hubo una señora embarazada que estando en el campo, sintió que la llegaba la hora y a su manera, regresó al pueblo a dar a luz a su hijo. Duras ?...
Se me
ocurren muchas…muchas cosas que contar de estas mujeres. Con solo recordar lo
que mi madre hacía… Pero me temo no saber explicar bien el papel que
desempeñaban las mujeres en aquél entonces. No eran cualquier persona. Eran mucho más de lo que hoy podamos contar de ellas.
Realmente,
creo que solo podría hablar de mi madre. Y es que ahora a toro pasado, recordar
en mi memoria todo aquello que ella hacía, se me hace difícil, muy, muy
difícil.
Pero lo que sí quiero y debo, es dar mi
reconocimiento a todas aquellas “mujeres” por ser como eran. Darles las gracias
por su amor y su sacrificio desinteresado y duro, muy duro, que supieron
ofrecer en beneficio de todos nosotros. Sus hijos. No sé qué más decir…