martes, 12 de marzo de 2024

 

 

GOZÓN DE UCIEZA (Palencia). Recuerdos y añoranzas

Madres rurales.                                                                        Una vida sacrificada.

Para entender un poco la situación rural de aquellos tiempos, tenemos que partir de una base fundamental en aquellos años. No había agua corriente en las casas. Y en función de ello, no existían ni el fregadero, ni el cuarto de baño. Lo más aproximado al lavabo, eran las antiguas palanganas metálicas esmaltadas con su palanganero. El mismo, era redondo en su parte superior con patas metálicas y pintadas de colores. Y encima una palangana redonda. También había palanganeros de madera, y de estas algunas llevaban un espejo en la parte delantera superior y su palangana metálica. Algunas de éstas, he conocido con un lavabo blanco redondo de cerámica.

Como es fácil de comprender, las cocinas amuebladas con su fregadero como las que  hoy en día conocemos, ni de sueño, ni mucho menos; los platos, cazuelas, cubertería y demás, se fregaban a mano en un barreño o bien metálico o de barro cocido y si era invierno con agua calentada un puchero. Y para colocarlo todo después de dejarlo limpio, algunas casas tenían algún mueble suelto como un pequeño arca, una alacena de madera o algo similar. Incluso yo conocí huecos en las paredes a modo de alacena en alguna casa. Cuando yo era un chiguito, en la cocina de casa, aparte de la mesa, existían dos bancos de madera sin respaldo, unas cuantas sillas y una alacena. (Eso sí, todo ello, fabricada en madera de árbol)

El agua corriente, no fue posible hasta el año 1.975, (al menos en nuestro pueblo). Sabiendo como sabemos todos hoy en día, lo que significa el agua corriente en las viviendas, podremos hacernos una pequeña idea de lo importante que ésta carencia significaba para las mujeres rurales de entonces. Lavar la ropa, fregar los suelos de “rodillas” (todos los días), los trastos de la cocina, platos, vasos, cazuelas, sartenes…

Bien. Hasta cerca del año 1.950, el agua que se utilizaba  en casa, se traía de una fuente situada a unos quinientos metros del casco urbano del pueblo. “La fuente del canto”. El nombre de ésta fuente tiene un nombre curioso ya que está hecha totalmente en “piedra labrada”. La misma sigue existiendo, y antaño, tenía un agua de excelente calidad. Al parecer, ésta fuente puede tener ascendencia romana.

Posteriormente, se hizo un pozo excavado en el suelo al lado de las eras. Sobre el brocal del mismo y con fábrica de ladrillo y cemento se hizo una pequeña caseta en forma de arco. En la parte anterior de la misma tenía un hueco tipo ventana con una poyata; sujeta del techo tenía una polea con una cuerda para atar a ella un cubo y sacar el agua. En la pared lateral derecha, disponía de un caño que servía de rebosadero y desaguaba en una pileta de fábrica de ladrillo y, y ésta a su vez, en un pequeño arroyo que discurre al lado.

Dentro del pueblo, existían varios pozos de los excavados en el suelo, de +-, 1 m. de diámetro, variando bastante la profundidad de unos a otros, y que yo recuerde, solo se utilizaban para lavar la ropa, dar de beber a los animales, hacer adobes, etc. pero su agua, no se utilizaba para el consumo de las personas. Siendo la mayor parte de estos propiedad particular.

Tiempo después sobre los años 1.950, y por parte del ayuntamiento, se hace un pozo artesiano dentro del casco urbano, en un pequeño plantío de olmos, que aún existe al lado de las eras del pueblo. Y de éste, si que se utiliza su agua para todo tipo de servicios del pueblo. Dado que éste pozo artesiano da suficiente caudal, se aprovecha para hacer un abrevadero o pilón de fábrica de ladrillo para la ganadería.

A raíz del agua corriente en el pueblo, se hacen unos lavaderos para el lavado de ropa. Hasta  entonces, habían de hacerlo en el río Valdecuriada o en los pozos excavados del pueblo. En invierno y en verano. En verano, algunos años, el río Valdecuriada, solía secarse y al dejar de correr el agua, tenían que ir a lavar la ropa al río Ucieza; a unos 1.500 m. del pueblo. También se iba a lavar la ropa, a un pozo artesiano de 6/8 caños que tiraba mucha agua, situado a unos 1.500 m. en el campo de Bahillo; aquí se solía llevar comida. Mis hermanas, al menos así lo hacían a veces.

Tengo varios recuerdos grabados en mi memoria sobre mi madre, que siempre me acompañarán; pondré un par de ellos. En éste caso, tendría entre seis y ocho años.

1º.- Era invierno, había nieve por todas partes; en las calles, los tejados, y las tierras del campo todo blancas. Había chupiteles (carámbanos) en los aleros de los tejados del pueblo; las orillas de los caminos, cunetas de la carretera y del  río Valdecuriada, con nieve y escarcha, y el agua del río, helado. Pues bien. Acompaño a mi madre a lavar al río Valdecuriada, la ropa sucia de una familia de 11 personas.

Me estoy viendo bajar con ella, por la calle mayor del pueblo hacia el río llevando entre ambos, un gran balde metálico, lleno de ropa sucia, y ella, en su mano derecha libre, el tajo para lavar de madera, y una alfombra para arrodillarse encima.

Llegamos al río, lo cruzamos por encima del hielo; buscó un sitio adecuado, se abrió un hueco entre la hierba y los juncos llenos de nieve y escarcha, rompió el hielo del río con el tajo de lavar, se arrodilló sobre la alfombra extendida, se puso por los hombros un chal de lana negro, y manos a la obra. Los guantes de goma? Aún no se conocían en el pueblo por entonces. Los únicos guantes existentes, eran los que ellas mismas tejían con hilo de lana por la noche, así como las bufandas para toda la familia. Con ello, soportábamos algo mejor el entonces frío, largo y duro invierno. Regularmente, las nevadas empezaban a primeros de noviembre. Habiendo años que el mismo, duraba 4/5 meses, cayendo varias nevadas. (3,4,5)

¿A cuantos grados estaba lavando mi madre? Al repasar aquellos recuerdos, aún me dan escalofríos. ¡¡¡Qué mujeres¡¡¡ Eran increíbles. Fuertes, duras, pero a la vez, flexibles como un mimbre, y sacrificadas como ellas solas. Todo por su familia.

2º.- Era verano. Serían la 8/8,30 de la mañana. Todos los hermanos mayores estaban trabajando hacia ya tiempo en el campo. Mi padre, con su trabajo de herrero. Mi madre, prepara el almuerzo para todos, y acabado el mismo, nos levanta de la cama a los tres hijos más pequeños de los nueve que somos:  Mi hermana Maribel, tres años más que yo y mi hermana Sarito, tres años menos que yo, y yo mismo que tendría unos 8/10 años. Nos lava, nos viste, nos desayuna, nos abriga pues de mañana hace fresco y nos lleva a una tierra próxima al pueblo, a “arrancar” lentejas. Y para que ninguno de nosotros nos despistemos, va haciendo corrillos pequeños en función de nuestra edad. Nos los adjudica y allí verían Uds. cómo arreábamos los tres para no ser el último en acabar nuestro corro. Menos mal que era una hora u hora y media, que sino... mi madre terminaba reventada, pues tenía que ir a cien por hora para seguir haciendo nuestros corrillos antes de que los acabáramos. Claro que nosotros también nos cansábamos, pero ella lo tenía todo controlado. Al rato de llegar, hacíamos un alto en el trabajo, nos sentábamos en una lindera de la tierra, nos ponía una manta en las rodillas, nos daba un poco de chocolate y un trozo de pan, y a dar cuenta del exquisito desayuno. Y eso señores, era la leche. Había valido la pena el sacrificio. Hasta el día siguiente. Y es que durante el verano, todas las manos eran pocas. Había que acabar el verano, y cuanto antes.

3º-. Lo mismo que cuando estaban embarazadas. Seguían realizando sus labores diarias, tanto de casa, como del campo, hasta que tenían que dar a luz a un nuevo hijo, por regla general en casa. Si había suerte y llegaban a tiempo, ayudadas por la matrona del pueblo y el médico de cabecera. Y cuantos hijos daban a luz cada una de ellas? Y algunas no lograban sobrevivir a algún parto… Madre mía. Qué bárbaras. Nunca se rendían, y encima, con una parte de sus derechos de todo tipo restringidos; y en ocasiones anulados? Decir esto hoy en día puede parecer ilógico. Y es que hay que vivirlo para conocer, saber y sentir lo que ocurría antaño. Hubo una señora embarazada que estando en el campo, sintió que la llegaba la hora y a su manera, regresó al pueblo a dar a luz a su hijo. Duras ?...

Se me ocurren muchas…muchas cosas que contar de estas mujeres. Con solo recordar lo que mi madre hacía… Pero me temo no saber explicar bien el papel que desempeñaban las mujeres en aquél entonces. No eran cualquier persona. Eran mucho más de lo que hoy podamos contar de ellas.

Realmente, creo que solo podría hablar de mi madre. Y es que ahora a toro pasado, recordar en mi memoria todo aquello que ella hacía, se me hace difícil, muy, muy difícil.   

Pero lo que sí quiero y debo, es dar mi reconocimiento a todas aquellas “mujeres” por ser como eran. Darles las gracias por su amor y su sacrificio desinteresado y duro, muy duro, que supieron ofrecer en beneficio de todos nosotros. Sus hijos. No sé qué más decir…

 

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